En el ser y sentir del corazón de los sueños de semillas de vida (Masrpe Maitik Kikɨta Pusr Unirik) se forja el destino de muchos, un llamado ancestral que trasmite los conocimientos y coloca el camino hacia una guía donde la identidad, la tierra y la esperanza se tejen entre hilos de resistencia y transformación, los niños guardianes de un legado sagrado se convierten en los herederos de los usos, costumbres, tradiciones y las aspiraciones de un pueblo que ha sabido resistir y soñar en medio de desafíos históricos.
El movimiento indígena con las cosmovisiones de nuestros ancestros y los llamados constantes de la madre tierra en forma de lluvias, truenos y arcoíris; un ejemplo fue el volcán en el territorio de Puracé, hoy nos habla no solo para reivindicar los espacios de vida los mal llamados recursos naturales, sino de construir una sociedad donde cada territorio, cada voz y cada sueño encuentren su lugar en el tejido de unidad, el cambio climático, reflejo de los desequilibrios que afectan directamente a nuestra vida, se apuntala como un llamado de urgencia por proteger nuestros espacios de vida y nuestras formas de producción donde el clima define lo que alguna vez fue armónico-familiar.
Nuestra organización, al igual que el maíz, enfrenta malezas, que con el tiempo, hay que ir desyerbando; durante este período, vamos fortaleciendo la gobernabilidad y la autoidentidad hasta lograr la recuperación del territorio y la defensa de nuestra cultura y vida, con el espíritu de aquellos que han recorrido los caminos se nos llama a repensar el futuro: ¿qué sociedad queremos construir? ¿cómo podemos entrelazar los sueños de los niños y la experiencia de los mayores en un proyecto político que abraza tanta diversidad étnica como los desafíos internacionales?
La respuesta se encuentra en la unidad, en el trabajo en minga y en la capacidad de transformar cada obstáculo en una oportunidad de reencuentro. Las normativas ancestrales y las leyes modernas se convierten en herramientas que, si se utilizan con sabiduría, pueden potenciar las acciones colectivas de las comunidades en el territorio. En este contexto, el diálogo entre los distintos sectores indígenas, campesinos, afrodescendientes y demás aliados, se torna prioritario para continuar construyendo procesos a favor de las comunidades.
Este es el sueño que nos une, un sueño mediano a largo plazo, que se alimenta de la memoria y se proyecta hacia el horizonte de una sociedad en minga, justa y en armonía con la naturaleza, sí, en cada comunicación, en cada decisión política y en cada gesto de solidaridad, renovamos el compromiso de construir, para todos y con todos, el espacio vital de nuestros pueblos.
Que todos esos sueños se cumplan y en otros 54 años sigamos firmes en este caminar el cual debe perdurar durante el tiempo y en el espacio.