Versión La Silla Vacía.
La anunciada transición energética que impulsa el gobierno de Gustavo Petro necesita de la capacidad de producción de las energías solares y eólicas. Por el lado de los vientos, esa promesa sigue en el aire.
De los 23 proyectos eólicos en carpeta, solo dos están operando con una capacidad reducida. Las empresas que le han apostado a cuantiosas inversiones en regiones estratégicas como La Guajira se están yendo. Aducen sobrecostos y retrasos en el licenciamiento ambiental, principalmente.
“Tenemos capacidad eólica instalada en 25 países. En ningún país hemos tenido tantos líos como acá”, dijo en una entrevista Felipe de Gamboa, entonces country manager de EDP, una de las empresas que partió sin poder activar las aspas.
En el gobierno aún creen viable la meta. Se aferran al avance representado en el licenciamiento de la línea de transmisión Colectora, que es la que va a permitir conectar a las eólicas al sistema eléctrico nacional.
La salida de los proyectos grandes
En diciembre pasado el plan eólico sufrió un gran revés. EDP Renewables, la empresa portuguesa, que tiene los proyectos Alpha y Beta, los más grandes de Colombia, anunció que saldrá del país.
Las iniciativas están ubicadas en La Guajira, y proyectaban una capacidad de 0.5 gigavatios.
La multinacional dijo que tras una revisión del desarrollo de los proyectos, estos “no cumplen los criterios de inversión y el perfil riesgo de la compañía. Por lo tanto, la compañía ha decidido no proceder con las inversiones restantes”. El proceso de construcción ha sufrido varios retrasos. Estiman pérdidas por 700 millones de euros (3,2 billones de pesos) para un proyecto que creían arrancaba en 2023.
En el Ministerio de Minas, la salida de EDP Renewables no movió la aguja. “Mantenemos seguimiento constante a los proyectos y tenemos comunicación con las empresas, incluido EDP Renewables”, respondió la cartera sobre la crisis que atraviesa el futuro del proyecto.
No es la primera empresa que desiste de este tipo proyectos en La Guajira. En febrero y mayo del año pasado, Celsia y Enel también dijeron no más argumentando retrasos y dificultades con las comunidades indígenas, y con el trámite de las licencias ambientales.
Enel tenía a cargo tres parques solares desde 2019: Windpeshi, Tumawind y Chemesky. En el 2023 desistió de la construcción del primero y está buscando vendérselo a Ecopetrol. Sobre los otros dos proyectos, el director de la junta de la empresa, José Antonio Vargas, anunció que decidieron no desarrollarlos. “Hoy en día estamos concentrados en los parques solares”, dijo.
Por su parte, Celsia anunció que no hará sus proyectos en Maicao y Uribia, en La Guajira, y las inversiones se irán a Perú.
Detrás de la desbandada de empresas interesadas en el sector hay varias explicaciones.
Una, las dificultades en el licenciamiento ambiental por parte de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales, (Anla) bajo la dirección de Rodrigo Negrete. “La Anla está tomando una rigurosidad increíble donde priman afectaciones micro sobre beneficios macro”, dice una fuente que ha liderado uno de los proyectos de energías eólicas en La Guajira.
La segunda es la falta de regulación. Una resolución de noviembre del año pasado establece un tope tarifario a los valores que se negocian en el mercado de energía, y que aplica para nuevas plantas de energía que entren en operación en los próximos años, incluidas las renovables.
“Eso traerá problemas para los proyectos nuevos que buscan compradores de energía a largo plazo. Sin ingresos futuros ciertos, no hay proyecto”, dice Alejandro Lucio Chauste, consultor en temas energéticos.
La tercera explicación es social. Las comunidades indígenas Wayuu son más proclives a resistirse a este tipo de proyectos por la sensibilidad que tienen con el territorio. La Silla hizo registro de esa tensión en el reportaje “La Guerra Wayuu por la transición energética”.
El experto Germán Corredor, profesor de la Universidad Nacional y exdirector de SER Colombia, la asociación que representa al gremio de las energías renovables, dice que la salida de esos proyectos va más allá de la culpa de uno u otro gobierno.
“En las eólicas nos equivocamos todos. No entendimos lo difícil que era hacer proyectos en La Guajira. Si hubiera sido Boyacá el departamento de los vientos estábamos en otro escenario. La negociación con los indígenas es compleja y eso no se entendió a cabalidad. Todos los proyectos terminaron demorándose más de lo que habían presupuestado”.
Ahora cree que con la salida de EDPR, un líder mundial en el mercado de las renovables, va a ser difícil que nuevas empresas se interesen en hacer inversiones.
En el gobierno aún hay optimismo porque, en la práctica, todavía hay empresas metiendo plata en sacar adelante otros proyectos.
Federico Echavarría, gerente general de AES Colombia, una empresa que ya genera energía con el agua en la represa de Chivor, dijo que para ellos La Guajira sigue siendo su gran apuesta. Allá quieren construir un clúster de generación de mil megavatios, que arrancará con los parques eólicos JK1 y JK2, que ya tienen licencia ambiental.
En AES tienen confianza porque ven que la construcción de los parques será paralela a Colectora, la línea de interconexión al sistema nacional. “Hubiera sido un gran error de nosotros haber construido y esperado cuatro años a Colectora. Para arrancar la construcción es necesario ir a la par con la conexión”, dijo.
Colectora mueve la ilusión del sector
El mayor avance que puede mostrar el Ministerio de Minas en materia de energías eólicas ha sido completar la expedición de la licencia ambiental para la segunda fase del proyecto Colectora.
La línea, que construye el Grupo de Energía de Bogotá, pasa por 14 municipios (10 en La Guajira y 4 en Cesar) a través de más de 1.029 torres.
En la práctica, el licenciamiento habilita la construcción de la nueva subestación Colectora 500kV y la línea eléctrica en el tramo Colectora (La Guajira) y Cuestecitas (Cesar), lo que permitirá conectar 2.3 gigavatios de energía al Sistema Interconectado Nacional. Esto equivale al 6 por ciento de la capacidad instalada y al 9 por ciento de la demanda máxima del país.
“Nuestra gestión se ha centrado en la superación de los retrasos en el licenciamiento ambiental de Colectora. Logramos la protocolización de las consultas previas con las 235 comunidades étnicas certificadas para el proyecto, que transmitirá la energía renovable desde La Guajira hacia el resto del país”, respondieron del Ministerio a La Silla Vacía.
En el agregado, en 2024, el gobierno consiguió aumentar a 2 gigavatios la capacidad de generación de fuentes renovables de energía, incluyendo eólicas y solares. Es aproximadamente 10 veces más que la que entregó el gobierno de Iván Duque, que dejó en 2022 una capacidad instalada de energía solar y eólica del 1.5 por ciento del total de la matriz energética.
La matriz energética del país está conformada ahora por un 63 por ciento de fuentes hídricas, un 27 por ciento de térmicas y un 10 por ciento de fuentes renovables.
El aumento, en todo caso, no esconde el lento avance de las fuentes eólicas. Apenas 31 megavatios son producto de las energías eólicas. En contraste con el aporte de la energía solar.
“Lo que sí ha entrado durante este gobierno es la energía solar. Hoy hay casi 2 mil megavatios solares. El modelo de gestión de esa energía es descentralizado y de pequeña escala, lo que va más en línea con las prioridades del gobierno que los cuantiosos proyectos eólicos”, dice el experto Germán Corredor.
El gobierno no se comprometió con una meta específica en cuanto a eólicas, pero sí proyectó un crecimiento general de renovables, entre las que incluye agua, viento y sol, de 6 gigavatios de energía.
Con Colectora hay expectativas en una nueva asignación de proyectos.
Mirando costa afuera
A finales del año pasado, nueve empresas, siete extranjeras (China, España, Dinamarca, Bélgica y Reino Unido) y dos colombianas (Ecopetrol y Celsia), radicaron documentos ante la Agencia Nacional de Hidrocarburos, (ANH) para presentarse en la primera “Ronda de energía eólica costa afuera”. Es decir, las que se planean construir en el mar caribe.
Colombia quiere ser el pionero en América Latina en generación eólica costa afuera. El objetivo es consolidar proyectos que generen tres gigavatios de energía eólica marina a 2035, más de lo que hoy se produce con todas las renovables, incluyendo las solares.
La innovadora meta tiene en los abandonos de iniciativas de La Guajira y Cesar el espejo para ser o no exitosa. “Si no lo hemos podido hacer en tierra, que es más fácil desde lo ambiental e ingenieril, ahora imagínese cómo vamos a hacer lo otro. Es como hacer un doctorado antes de terminar el bachillerato”, dice uno de los empresarios que desistió de sus proyectos en tierra.
“Todavía no conocemos bien el fondo del mar colombiano, y hay que sacar licencias de nuevas líneas de transmisión para llevar la energía del mar a la costa. Un proyecto de esos puede ser 3 o 4 veces más costoso que uno en tierra”, añade.
Germán Corredor, que estima en 10 años la entrada de operación de las eólicas costas afuera, coincide en esa lectura moderada. “Todavía falta tiempo. Antes de dos años no veremos un nuevo proyecto eólico en operación en La Guajira”, dice.